Semillas de Luz

El legado espiritual de los niños que parten.

En el infinito lienzo de la existencia, cada experiencia, cada encuentro, está minuciosamente entrelazado dando forma a nuestro destino espiritual. Desde el origen, junto con nuestros guías espirituales y seres de luz, hemos trazado los senderos que recorreremos en este trayecto por el mundo terrenal. 

Cada paso, cada suspiro, cada despedida… nada fue dejado al azar, incluso la transición más difícil, la muerte, es parte de este complejo plan. 

Frente a la partida de un niño antes de que sus pasos hayan dejado huella en este mundo, nos estremecemos y nos hacemos preguntas para las cuales es difícil hallar respuestas. ¿Cómo puede ser esto parte de un designio mayor?

Toda muerte tiene un propósito, una razón que quizás aún no podamos abarcar con nuestra mente limitada. No hay injusticias en el universo, solo lecciones por aprender, equilibrios por restaurar. Es el baile eterno de causa y efecto, el tejido de karma que nos conduce de vuelta a nuestro ser primordial, a la luz que siempre hemos sido.

Los niños, con su partida temprana, son faros de luz en la oscuridad. Sus almas, en su breve estancia, despiertan el espíritu de sus familias, desencadenan un despertar que trasciende la materia y alcanza lo divino. Son ángeles fugaces, retornando a su morada espiritual con la misión cumplida, guiados por manos invisibles que los conducen de vuelta al hogar.

Incluso en el dolor más profundo, en la enfermedad más cruel, hay una redención, un propósito mayor que se revela en el momento adecuado. Estas almas valientes, que eligen el camino del sufrimiento, limpian los hilos del karma familiar, allanando el camino para la evolución espiritual de todos los involucrados.

Y cuando el alma de un niño queda desorientada, por una transición traumática, como puede ser un accidente, surge la luz de la compasión. Como en el caso de Camila, una de mis comunicaciones, cuyo viaje hacia la luz fue acompañado por amorosos guías que la llevaron de la oscuridad a la paz eterna.

Así, en la danza eterna de la vida y la muerte, cada partida, cada encuentro, está diseñado para abrir la consciencia de quienes se quedan, es una oportunidad para crecer, para amar más profundamente, para recordar nuestra verdadera naturaleza. 

En la pérdida, encontramos la fuerza para seguir adelante, en el dolor, descubrimos la belleza de la vida en su máxima expresión.

Es importante abrazar estas experiencias con corazones abiertos, encontrando consuelo en el conocimiento de que cada alma, incluso en su partida prematura, sigue brillando, guiando y acompañando a sus padres con amor eterno.

Así me lo han manifestado en varias de mis sesiones mediúmnicas con sus familiares.

La paz y la comprensión siempre nos acompañan en este viaje hacia la luz, solo tenemos que aceptar con amor y gratitud la enseñanza que vinieron a traernos con su corta estadía en la Tierra.


Abrazos de amor y luz, Lore.

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