El equilibrio amoroso que sostiene la vida
Desde siempre, los seres humanos hemos buscado respuestas que traigan paz al alma. ¿Por qué algunas personas parecen transitar la vida con fluidez, mientras que otras enfrentan desafíos constantes? ¿Es casualidad, destino… o hay algo más profundo en juego?
Las filosofías orientales nos regalan dos conceptos llenos de sabiduría y compasión: karma y dharma. Dos palabras que, aunque suenen lejanas, viven dentro de cada uno de nosotros. Nos enseñan que la vida no es una sucesión de eventos aleatorios, sino un entramado amoroso de causas, efectos y caminos por recorrer.
¿Qué es el Karma? La energía que sembramos y recogemos
“El karma no es castigo, ni juicio”.
Es una ley universal que actúa como espejo amoroso: todo lo que damos al mundo, vuelve a nosotros. Nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras intenciones… todo deja una huella energética.
Cuando actuamos desde el amor, la compasión y la verdad, esa energía nos rodea, nos cuida y nos abraza. Pero si elegimos el egoísmo o la indiferencia, la vida tarde o temprano nos invita a mirar hacia adentro y rectificar.
El karma no es inmediato. A veces tarda, a veces se manifiesta en formas inesperadas. Pero siempre vuelve, no para castigarnos, sino para ayudarnos a crecer.
¿Qué es el Dharma? Nuestro propósito sagrado
“Si el karma es la energía que generamos, el dharma es el camino que vinimos a transitar”.
Es nuestro deber del alma. Aquello que nos da sentido.
No todos venimos con la misma misión, pero todos vinimos a dar algo al mundo.
El dharma de una madre puede ser criar con amor.
El de un maestro, compartir su luz.
El de un artista, sanar a través de su arte.
Y el de quien sufre, aprender a transformarse y luego acompañar a otros en su sanación.
Cuando vivimos en coherencia con nuestro dharma, todo se acomoda.
Sentimos paz. Se disipan las dudas. El corazón se expande.
Porque en el fondo, sabemos que estamos exactamente donde debemos estar.
Karma y Dharma: un lazo invisible que nos guía
Karma y dharma son dos fuerzas que se entrelazan.
Si seguimos nuestro propósito con amor, vamos sembrando buen karma.
Y ese karma, a su tiempo, florece en bendiciones, oportunidades, encuentros y aprendizajes.
Pero si nos alejamos de nuestro dharma —por miedo, por presión, por desconexión— la vida nos lo hace notar. No para castigarnos, sino para recordarnos que todavía estamos a tiempo de volver a casa.
Cómo aplicarlos en tu día a día
Estas dos leyes no son abstractas. Se viven.
Y se viven así:
- Antes de hablar o actuar, preguntate: ¿esto trae amor al mundo?
- Elegí con conciencia. No todo lo que es fácil está alineado con tu alma.
- No busques resultados inmediatos: lo verdadero madura en silencio.
- Si algo duele, escuchalo. Tal vez sea la vida mostrándote una puerta.
- Y sobre todo… actuá con amor, aunque nadie esté mirando. Eso siempre genera buen karma.
Conclusión: La vida no te pasa, la creas
No somos víctimas del azar.
Cada acto, cada pensamiento, cada intención es una semilla.
Y el universo —sabio y amoroso— siempre nos devuelve lo que sembramos.
Sigue tu camino con fe. Con amor. Con responsabilidad.
Cumple tu dharma, siembra buen karma…
Y confiá: la vida te va a abrazar de vuelta.
Gracias por estar del otro lado.
Este mes, que cada decisión que tomes esté guiada por el amor.
Y que la vida te devuelva en milagros todo lo bueno que das al mundo.
Con todo mi cariño,
Lore